En nuestro mundo occidental cada vez más se habla de mejorar la calidad de vida de los ciudadanos, entendiendo la mayoría de las veces por dar cumplimiento no solo a las necesidades básicas, que se suponen cubiertas de sobras en nuestro primer mundo (al menos para la gran mayoría), sino sobretodo por disfrutar de un alto nivel de comodidad y de bienestar.
Tanto en el campo de la enseñanza o de la sanidad, como en el de las condiciones laborales o de los servicios que podemos recibir de las administraciones públicas, cada vez queremos tener una calidad que permita en definitiva una mayor felicidad para nosotros y para nuestra familia. Incluso desde los gobiernos se crean ministerios que atiendan el bienestar social de los ciudadanos y ciudadanas.
Sin embargo, vemos que la persona humana y sus necesidades más profundas se escapan de cualquier intento de programación. En el fondo, la vida no es etiquetable y por eso vemos que por más recursos que se destinen a conseguir una mejor calidad de vida, si una persona no tiene aquellos elementos psicológicos, afectivos y de maduración personales, se le escapará de las manos aquella felicidad que anhela, por más dinero que se destine a llenar las angustias interiores.
Seguro que todos conocemos a personas que siempre van a la búsqueda de dinero y de posesiones materiales, sea al precio que sea, sin conseguir nunca una satisfacción personal, ya que en el fondo lo que necesitan es sentirse mínimamente valorados y apreciados como personas, siendo fruto de carencias afectivas o psicológicas el hambre excesiva de poseer que manifiestan.
No estaría mal organizar cursillos para padres y educadores para que aprendamos a educar a nuestros hijos en los valores que les permitan conseguir una calidad de vida de calidad verdadera, valgan todas las redundancias que se merece la felicidad de las personas.
Fermí Manteca
Esta semana se ha celebrado la fiesta de San Isidro. En nuestro mundo rural es fiesta ya que está considerado como el patrón de los agricultores y es motivo de ferias y comidas de hermandad. San Isidro fue un santo laico, que no hay muchos porque la mayoría que canonizan son curas o frailes. Era un agricultor, casado con santa María de la Cabeza, que sabía compaginar su trabajo con el ejercicio de la bondad y el comportamiento ético.
La agricultura está hoy, que quiere decir desde hace tiempo, en un proceso de crisis. Ya sufrió un gran cambio cuando se pasó de una agricultura de subsistencia, pendientes de parámetros incontrolables como las inclemencias del tiempo y con una economía de ir tirando, a la agricultura y ganadería industrial con un montón de transformaciones, no sólo en la manera de trabajar y en las herramientas y maquinaria que se utilizan, sino sobretodo en lo que supone de cambio de actitudes, de mentalidad y hasta de relaciones entre las personas. Nuestra comarca de la Segarra puede ser paradigma de este cambio.
Pero, aunque la manera de vivir ha dado un cambio radical en los últimos cien años, todavía se conservan actitudes propias de otras épocas, fruto de aquella economía necesariamente conservadora, agarrada y aprovechadora de cualquier recurso. A pesar de los cambios, la herencia cultural hace que la evolución en este aspecto sea más lenta y por eso expresamos todavía el ir tirando para referirnos a nuestro bienestar y las relaciones entre las personas y los pueblos aún con frecuencia dependen de aquella mentalidad. Los cambios sociológicos y económicos son más rápidos que los cambios culturales y de actitudes personales, cosa que provoca no pocas contradicciones.
El siglo XXI puede representar para el mundo rural un reto importantísimo dentro de una economía y una cultura cada vez más globales, con la contraposición del mundo urbano como colonizador y uniformador. Por eso habrá que potenciar y los gobernantes lo tendrán que contemplar- las cosas positivas que aporta la cultura rural, con la puesta al día de nuestros valores y de nuestras tradiciones, no como una vuelta romántica y nostálgica al pasado, sino como una recuperación de nuestra identidad y una proyección y aportación al futuro y al equilibrio de la sociedad.
Fermí Manteca
Las vacaciones se inventaron para descansar. Después de un período de trabajo vienen bien unos días de descanso o, al menos, de cambio de actividad. Física y psicológicamente necesitamos estos días para reponer fuerzas y poder recomenzar las actividades habituales. Cada uno dedica las vacaciones a las actividades que más le agradan, dentro de las posibilidades de tiempo, de familia y de economía.
Muchas personas no saben programarse los días de descanso, porque la educación para el ocio es una de las carencias que tenemos en nuestro sistema educativo. Y eso que es muy importante saber aprovechar las vacaciones no para cansarse más o para aburrirse, sino para hacer toda una serie de cosas que nos pueden ayudar a crecer y a madurar. La realidad es que muchas personas, sobretodo de ciudad, aprovechan los días de vacaciones para huir, ves a saber de qué, a veces precipitadamente, y con las mismas actitudes de angustia que tienen habitualmente. El incremento de los accidentes de tráfico son un síntoma de esta situación.
Los niños y las niñas de Ivorra, durante las últimas vacaciones de Pascua, se dedicaron, por propia iniciativa, a fabricar pulseras y otros abalorios artesanales con materiales más bien rudimentarios y instalaron una especie de tienda donde vendían el producto de su creatividad. Recogieron más de tres mil pesetas que han entregado a la parroquia con el encargo de hacerlas llegar a los pobres. Después de hablarlo con ellos y con otras personas del pueblo se ha decidido destinarlas a un albergue para pobres y transeúntes que están construyendo en Mollerussa.
Nos falta una educación para el ocio, para el descanso, para saber aprovechar el tiempo libre a fin de desarrollar nuestras iniciativas destinadas, no a las obligaciones cuotidianas, sino a aquellas cosas que nos pueden ayudar a ser más personas sin las tensiones del trabajo. Como estos niños y niñas que tuvieron la iniciativa de no aburrirse y destinar su tiempo a hacer cosas que les gustaban para después poder ayudar a personas necesitadas. O como unos amigos míos que el próximo verano irán de vacaciones a Centroamérica a hacer una labor de ayuda médica y social.
Fermí Manteca
MEDIOS DE COMUNICACIÓN (04-05-2001)
Estamos en la época de las comunicaciones de tal manera que los medios audiovisuales y escritos son unas de las actividades esenciales de nuestro mundo. No podríamos entender el actual sistema social, político y económico sin un sistema de comunicaciones eficiente y presente en todos los rincones del mundo.
El hecho de que una noticia pueda dar la vuelta al mundo rápidamente, el hecho de tener una información lo más completa y puntual posible nos puede permitir tomar decisiones en nuestra vida, en nuestra profesión o en nuestra economía. Cuanto más bien informados estemos, nuestras decisiones estarán más acertadas o al menos seremos más conscientes de ejercer nuestra libertad de elección. Tanto es así que los teóricos de la comunicación dicen que si una cosa no es noticia, es decir no se conoce, es como si no existiera.
Hoy día el papel que juegan los medios de comunicación es tan fuerte que se les llama el cuarto poder. Es verdad, ya que la gran mayoría de los medios dependen de las grandes agencias informativas que controlan las noticias que nos llegan e incluso los matices que permiten orientar y manipular la opinión pública. Sin embargo es un poder no democrático sino que solamente es controlado por los poderes económicos o grupos de presión que deciden cuándo y cuáles son las noticias que se han de poner de moda en cada momento, no por la importancia y gravedad que puedan tener, sino por los intereses que les puedan reportar.
Por eso se da el caso de que, por ejemplo, existiendo como existen graves enfrentamientos en el interior del continente africano, si nuestros medios informativos no nos hablan de ello, es como si no pasara nada. I no es verdad. Nos hace falta tener, pues, una actitud crítica ante los actuales medios de comunicación y no limitarnos a creérnoslo todo ingenuamente.
Fermí Manteca
"YO SOY AQUEL NEGRITO..." (27-04-2001)
Por fin lo hemos conocido. Después de cuarenta años oyendo su canción publicitaria le hemos visto la cara: la de aquel negrito "del Africa tropical que cultivando cantaba..." También hemos sabido que no es uno solo, sino que son muchos miles los que trabajan como esclavos, para que nosotros podamos tomar nuestro desayuno a base de café o cacao.
El escándalo del barco con niños esclavos que ha denunciado UNICEF ha puesto de manifiesto mediático la realidad de la utilización y el comercio de menores para poder mantener un elevado grado de bienestar y riqueza de una parte de la humanidad de nuestro mundo.
Es éste un nivel de vida y un bienestar insostenible, ya que descansa sobre una base muy dèbil, como es la pobreza de otras personas. A la larga esta situación se volverá contra las mismas personas que la han provocado. Sólo con una visión miope, de riqueza immediata y de intereses a corto plazo se puede montar un sistema económico y social así. Un sistema que lleva inscrita la fecha de caducidad en un mundo cada vez más pequeño. La verdadera globalización o universalidad nos hará caer en la cuenta de que el mundo seguirá girando gracias solamente a la solidaridad entre todas las personas para que la dignidad humana sea patrimonio de todos, sin excepción, ni tan solo la de aquel negrito de la canción.
Situaciones como la de estos niños y tantos otros de todo el mundo provocan vergüenza en muchas personas con un mínimo de sentido común y de sensibilidad humana.
Fermí Manteca
Uno de los deberes de toda persona es comportarse de una manera ética en todas las cosas que hace. En todas las profesiones se exige un comportamiento ético. Desde la medicina más tradicional, con el llamado "juramento hipocrático", hasta en profesiones como la de abogado, se pide una deontología y un rigor ético en su actividad.
La ética profesional es el comportamiento coherente con la finalidad que se persigue, de tal manera que los medios no desdigan del propio fin. Así, un médico ha de poner unos medios coherentes con la vida, con la salud y con la preservación de las enfermedades, que es en definitiva la finalidad de su profesión.
Sin embargo, una de las actividades en que parece que todo está permitido es en el ejercicio de la política. Parece que si una cosa lleva el calificativo de "político", ya se pueda utilizar las descalificaciones personales, las palabras malsonantes, maleducadas y, a veces, injuriosas. Parece que en nombre de la política se pueda torpedear proyectos buenos para todos, sólo porque han salido de otro grupo político, al cual se le llama adversario, que es sinónimo de enemigo (¿os imagináis a un médico llamando adversario a un colega suyo?). Parece como si un partido político tuviese derecho a poner trampas mediáticas a los que no piensan como él, para crear un clima que beneficie a sus propios intereses partidistas, provocando malestar, divisiones y tensiones sociales innecesarias.
Las personas que se dedican a la noble tarea de la política saben (y no todos lo hacen mal) que su finalidad es trabajar para administrar bien los bienes de todos, gobernar con justicia y procurar el bien común de todos los ciudadanos sin exclusiones. La ética política reclama, pues, que los medios que se utilicen han de estar en consonancia con aquella finalidad tan noble y se ha de anteponer el bien del pueblo a los propios intereses de partido. La deontología en la política nos enseña que los políticos son unos servidores de la sociedad y no al revés. Actuar de otra manera es volver a las tensiones del poder medieval, que hace muchos años que tendría que estar superado por la democracia.
Fermí Manteca
DERECHOS Y DEBERES (06-04-2001)
La declaración universal de los derechos humanos supuso un paso indiscutiblemente importante que tuvo lugar a mediados del siglo pasado, después de la Gran Guerra. Desde entonces la casi totalidad de los países han subscrito aquella declaración y la incorporan de una manera u otra a sus legislaciones y a sus constituciones. Igualmente, en la conciencia de todas las personas va arraigando la cultura del respeto a los derechos humanos, de todos los humanos por el hecho de serlo. Es per eso que, siempre que surge una violación de estos derechos, hay mucha gente que protesta. Incluso es posible interponer un recurso ante el Tribunal Constitucional, como con la ley de extranjería, por limitar los derechos humanos de determinadas personas.
Sin embargo, una cosa es la legislación y otra el respeto real a los derechos humanos. Muchas veces se ven conculcados, cosa que frecuentemente es denunciada por parte de asociaciones y ONG. Todavía hay muchos sitios donde no se respetan los derechos de los hombres, ni los de las mujeres, ni los de los niños, ni los derechos de los pueblos, aunque desde la Organización de las Naciones Unidas se hayan tomado acuerdos y resoluciones encaminadas a su salvaguarda. Todavía los derechos humanos están sometidos a los "derechos" de los poderosos.
Quizás un camino para avanzar en la defensa de los derechos humanos sea establecer paralelamente los "deberes humanos", una especie de decálogo donde se establezcan las obligaciones que todas las personas tenemos por el hecho de existir. Deberes como el de fomentar la paz, deberes como el de colaborar a la abolición de la pobreza, deberes a favor de la vida digna para los demás, deberes como favorecer el diálogo y tantos otros que se podrían añadir.
Estos "deberes", al igual que los "derechos", tendrían que formar parte de las legislaciones, de tal manera que los estados y las administraciones públicas fuesen los primeros en cumplirlos y al mismo tiempo actuasen de garantes de su cumplimiento.
Fermí Manteca
Como casi todas las cosas en la vida, la riqueza y la pobreza son también relativas. Por eso es muy difícil definir donde está el límite entre ambas cosas o decidir a partir de qué momento o de qué cantidad una persona se puede considerar rica o pobre. En el fondo, el concepto de riqueza viene dado por la relación existente entre las necesidades y los medios para satisfacerlas. Una persona rica es, pues, aquella que tiene pocas necesidades sin satisfacer y una persona pobre es aquella que tiene muchas necesidades insatisfechas.
Se puede dar el caso que una persona con muchos millones se haya creado una tal cantidad de necesidades que nunca las podrá conseguir y en consecuencia será terriblemente pobre. O, por el contrario, una persona con pocos medios, pero que, teniendo las necesidades básicas cubiertas, no tiene añadidas otras grandes necesidades, será rica.
Lo que sí que es cierto es que las riquezas no son en ellas mismas un valor absoluto sino que son un medio para conseguir una mejor cualidad de vida. También es cierto que con el dinero no se puede conseguir todo. Por eso, las personas que sólo ponen su confianza en el dinero son personas que nunca están satisfechas y, por lo tanto, la diferencia entre necesidades i grado de satisfacción las hace pobres.
Un amigo mío distinguía entre "ricos-ricos", aquellos adinerados que ponen la confianza sólo en el dinero y los "ricos-pobres" que son los desvalidos que ponen sus ilusiones en poseer algún día un buen tesoro. Tanto unos como otros nunca tendrán sus necesidades cubiertas y su insatisfacción los hace desgraciados, tristes y pobres.
Fermí Manteca
A veces, en conversaciones informales con amigos y conocidos, comentamos la gran paradoja que provoca las diferencias existentes en nuestro mundo. Vemos cómo la mayor parte de las riquezas de la tierra está en manos de una minoría, mientras que gran parte de la población humana sufre necesidades. Una situación, ésta, que provoca injusticias y movimientos migratorios en masa de gentes que han de huir del hambre y la miseria.
Casi siempre, la conversación informal transcurre per caminos diversos, desde los que opinan que la culpa la tienen los países ricos, hasta los que piensan que la culpa la tienen los países pobres y sus gobernantes. Todo un abanico para describir que el mundo con sus posibilidades y riquezas está mal repartido y que tendría que haber un reparto más equitativo y justo de los bienes de la tierra.
Un amigo dispara con artillería gruesa: si pongamos por caso - repartiéramos todas las riquezas de la tierra, de manera que todas las personas recibieran la misma parte igual para todos, al cabo de pocos años volvería a haber una minoría que poseería la mayor parte de los bienes, mientras que la gran mayoría, los de siempre, tornarían a ser pobres como ahora; no hay nada que hacer; el mundo es así, hay gente que sirve para los negocios y se hacen ricos y otros que son desgraciados y perezosos, se lo gastan todo y han nacido para ser pobres.
Respuestas así te dejan perplejo. Y te hacen pensar. Quizá sí que hay gente que sirve para los negocios y estudia la manera de descubrir la desgracia del vecino, para aprovecharse de él y hacerse rico a costa de hacer pobre al otro. Quizá sí que hay gente que estudia la necesidad que tienen los demás o que les crea "necesidades innecesarias" para poder hacer el gran negocio de apoderarse de la riqueza ajena.
A estas alturas, sólo un cambio de actitud personal y unas posturas más éticas de los que gobiernan las naciones y de los que tienen el poder, que no siempre son los gobernantes, pueden hacer cambiar el estado injusto de esta situación. Sería de desear.
Fermí Manteca
La maduración de la personalidad del individuo es una de las tareas más importantes que tenemos entre manos. Los hombres y las mujeres vamos creciendo desde que nacemos y hemos de ir madurando en todos los aspectos de nuestra vida. Olvidar esta cuestión puede llevar a la infelicidad y a la angustia.
Los psicólogos hablan de los rasgos que pueden sintetizar las características de la madurez, como por ejemplo la aceptación de uno mismo, la capacidad de establecer relaciones emocionales sanas con los demás, tener sentido del humor, objetivizarse a uno mismo, etc.
Lo cierto es que muchos de los conflictos que vivimos y vemos en las personas, en las familias o en las parejas tienen su origen en la falta de madurez psicológica y, sobretodo, en la falta de madurez afectiva. Hay personas que convierten la afectividad en dependencia o en posesión de las otras personas, lo cual lleva a relaciones también inmaduras, a los maltratos, a la falta de respeto y, a la larga muchas veces, a la ruptura traumática de las relaciones.
Quizás la educación habría de tener en cuenta este aspecto importante de las personas y no dejar al azar el crecimiento humano. La educación en unos valores sólidos es importante porque una vida psicológicamente adulta presupone una filosofía que le dé consistencia. Está en juego la felicidad de las personas.
Fermí Manteca
Hace unos días, me pidieron ir a un instituto de enseñanza secundaria para dar una charla a los chicos y chicas de la primera etapa de ESO. Acepté con mucho gusto. El tema a tratar era la interculturalidad. "Un mundo donde caben todos los mundos", rezaba el tríptico de presentación de aquellas jornadas culturales. Durante casi dos horas fuimos comentando el tema de cómo el mundo ha ido evolucionando, de cómo han ido apareciendo diferentes culturas y lenguas, de cómo se han ido relacionando entre ellas, las diferentes culturas, hasta el punto de no haber ninguna en estado puro sin influencia de otras.
El tema daba para mucho: desde las primeras tribus humanas nómadas y el enriquecimiento mutuo por el encuentro con otras tribus, hasta las grandes migraciones humanas que han tenido lugar a lo largo de la historia, como la invasión de América por los europeos. Mis interlocutores, jóvenes de 12 a 14 años, participaban y entraban en los temas con gran naturalidad.
Hacia el final, aterrizamos. Hablando de migraciones, tocamos el tema actual de los inmigrantes y de la convivencia con otras culturas. Aquí sí que hubo división de opiniones: la de aquellos que pensaban que los inmigrantes son personas como nosotros y merecen ser acogidos y otros que los criticaban por su manera de ser y hasta por el hecho de haber venido. En jóvenes de esta edad ya se mostraba el abanico de influencias que reciben de los medios y del mundo adulto. Algunos de los que más criticaban la venida de emigrantes eran hijos o nietos de los que hace años tuvieron que marchar de Cataluña a buscar una mejor cualidad de vida o tuvieron que venir de lejos a establecerse aquí por la misma razón. Se ve que han perdido la memoria histórica o que sus padres no han sabido o no han querido transmitirles aquel sentimiento nostálgico que se siente cuando te alejas de tu casa.
Si te pones en la piel de los demás, podrás entender el sentimiento que tienen estas personas que muy bien podrían cantar la canción del Emigrante: "Dolça Catalunya (o el país que sea), pàtria del meu cor, qui de tu s'allunya, d'enyorança es mor". Aparte de esta pena, se les añade el hecho de sentirse rechazados, maltratados, marginados y explotados. Sería bueno que nuestra sociedad fuese acogedora para que también los recién llegados pudiesen sentir la dulzura de una tierra hospitalaria y, si un día marchasen, sintieran añoranza en su corazón.
Fermí Manteca
SOLIDARIDAD A DISTANCIA (02-03-2001)
Los medios de comunicación nos están acostumbrando a las noticias duras, a las imágenes reveladoras de los sufrimientos tan grandes que padecen las personas del Tercer Mundo. Hoy día en que les noticies corren a una velocidad inaudita, no nos es extraño recibir escenas aterradoras causadas por el hambre, la miseria, las injusticias o las guerras, aunque se produzcan en países lejanos.
La mayoría de las veces estas noticias provocan en nosotros sentimientos de pena, de compasión y de lástima. Yo he visto personas llorando ante las imágenes televisivas que mostraban el horror de un sufrimiento así. Incluso despiertan sentimientos de solidaridad, cuando te sientes impotente y quisieras paliar de alguna forma aquellos dramas. Por eso mismo hay mucha gente que ejerce esta solidaridad con el Tercer Mundo cuando tiene la ocasión de ayudar a alguna ONG que se dedica a ello o se encuentra con alguna campaña destinada a una necesidad concreta, como una catástrofe. Es aquella solidaridad fruto de la sensibilidad del momento que, por otra parte, sirve de mucha ayuda ante casos concretos graves.
Ahora bien, cuando aquella misma situación que ha provocado aquel sentimiento de solidaridad, se produce cerca de nosotros, en personas que vemos por la calle, en familias maltratadas por la desgracia, en jóvenes afectados por la drogadicción o por el sida, en hombres o mujeres con una enfermedad mental grave, en gentes del mismo Tercer Mundo inmigrantes aquí..., Entonces la solidaridad se transforma en prevención, el sentimiento de lástima, de pena o de compasión se convierte en dedo acusador de culpas ajenas, el sentimiento de impotencia se hace muralla de defensa ante posibles efectos secundarios de aquella situación cercana. Somos capaces de dar un buen donativo para una desgracia lejana y nos duelen las cien pesetas que nos piden en un semáforo, con la excusa de que se les gastará en un vaso de vino.
Parece como si la solidaridad sólo funcionase a distancia. Pienso que tendríamos que revisar nuestro sentimiento solidario para no confundirlo con la sensibilidad momentánea de unas imágenes fuertes, sino para convertirlo en una herramienta que ayude a modificar un mundo injusto del cual nosotros formamos parte, para lo bueno y para lo malo.
Fermí Manteca