Cuando conoces a una persona, la única cosa que ves es su piel, sientes su mirada y escuchas su voz. Sin embargo todos sabemos que la persona es mucho más que su piel, su voz y su mirada. Está más allá de lo que es visible y palpable. También cuando amas a una persona sólo le puedes dar un beso en su piel y a través de ello amas a toda la persona, aunque sabes que es más que su piel.
Esta reflexión nos puede servir, en estos días navideños, para acercarnos más a las personas y para saber descubrir que detrás de una apariencia diferente a la nuestra hay una persona como nosotros, con la misma dignidad y con el mismo derecho a ser amada que nosotros. Independientemente a su piel, a su mirada o a su parla, descubriremos la maravilla de encontrar a un hombre o a una mujer capaz de compartir la existencia con los demás.
Los que creemos en Dios, nos pasa eso. Nunca hemos visto realmente a Dios. Solo conocemos su piel, es decir, las cosas que nos rodean: la naturaleza y las demás personas. Sabemos, sin embargo, que Dios es mucho más de lo que vemos y tocamos; que cuando amamos a Dios solamente lo podemos amar en lo que es visible y palpable; que amando su piel, estamos amando a Dios, aunque sabemos que Él es mucho más.
La fiesta de Navidad, para los cristianos, es acercarse a un Dios que se hace cercano a nosotros para que nosotros nos acerquemos a Él, a través de lo que yo llamo la piel de Dios. Acercándonos, amando y respetando la naturaleza y sobretodo a las personas, estaremos amando a Dios y más cerca de Él. Desde la duda, desde la Santa Duda, os deseo una feliz Navidad, llena de paz.
Fermí Manteca
EL FUTURO NO ES CLÓNICO (15-12-2000)
En la historia de la humanidad se van sucediendo las generaciones y a través de ellas se van transmitiendo las culturas, entendidas, en su sentido global, como la manera de entender la vida, las relaciones, la comunicación, el sentido de las cosas; también se va transmitiendo la cultura en el sentido más concreto como la sistematización de la ciencia a través del estudio y de la investigación.
Podría parecer que la cultura, sobretodo en su sentido global, se ha ido transmitiendo de padres a hijos de una manera aséptica. Con un elemento transmisor que son los progenitores, la generación de los adultos para entendernos, y un elemento receptor, que son los hijos o la generación más joven. Así ha perdurado la lengua, la cultura de nuestro país, el sentido de las relaciones humanas, etc., etc. Sin embargo, si sucediese así, que se fuera clonando el futuro a partir de una única aportación de la generación adulta, no habrían las dificultades intergeneracionales que vemos que hay. Por una parte, la generación adulta que quiere imponer las tradiciones y la cultura recibidas y por otra, la generación joven que quiere ser en exclusiva creadora y generadora de una cultura diferente.
De la misma manera que una vida nueva proviene de la aportación de dos partes diferentes que aporta cada una de ellas el 50% de la genética del nuevo ser, también el futuro se va generando y transmitiendo con la aportación de dos generaciones: la de los adultos y la de los jóvenes. Será a través del diálogo, de la aceptación, de la aportación de los valores propios de cada generación que surgirá un futuro cada vez más evolucionado. Ni la historia, ni las tradiciones, ni la cultura, ni los conocimientos son estáticos e inamovibles. La humanidad es dinámica y evolutiva. En cada momento ha de ir avanzando y creando un futuro nuevo con la aportación fructífera de todas las generaciones. Por eso se hace cada vez más necesario el diálogo intergeneracional y la creación de espacios de colaboración entre dos, y hasta tres, generaciones que conviven en un mismo espacio y tiempo.
Fermí Manteca
ENFERMEDADES MALDITAS (08-12-2000)
La naturaleza nos lleva a vivir la vida con todas las características que definen la persona humana. Una de las características que tenemos es la existencia de lacras y enfermedades que nos hacen sufrir y muchas veces nos llevan a la muerte. No es fácil aceptar esta realidad, aunque la humanidad, desde siempre, se ha visto obligada a convivir con ella y la ha ido trampeando y superando como ha podido.
En la lucha contra las enfermedades, la ciencia ha ido avanzando muchísimo a fin de curarlas o, por lo menos, paliar sus efectos. Hace muchos siglos que la humanidad está acostumbrada a esta lucha y son famosos los médicos de la antigüedad que han contribuido a dar pasos decisivos en este campo. Todos llevamos de una manera inconsciente la certeza de la debilidad de nuestro cuerpo y el instinto de conservación nos ayuda a luchar contra ello y a ver como normal cualquier manifestación de esta naturaleza humana que enferma.
Sin embargo, a lo largo de la historia ha habido una serie de enfermedades que no han sido consideradas como tal, ya que su manifestación no se da a través del dolor o de la imposibilidad física, sino a través de la conducta y de la distorsión de la razón. Son las enfermedades mentales que afectan al sistema nervioso. Hasta que no se ha descubierto el funcionamiento del cerebro y sus componentes bioquímicos en épocas muy recientes, las enfermedades mentales se atribuían o bien a la maldad de la persona que les padecía o bien a posesiones diabólicas. Hace unos siglos muchos de estos enfermos acababan en la hoguera y, hasta no hace mucho, recluidos en un manicomio aparcados para siempre. No es extraño, pues, que todavía exista en el subconsciente colectivo el tabú sobre estas enfermedades y el estigma sobre las personas que las padecen y sus familias. No es extraño tampoco que los tratamientos médicos y las investigaciones sobre las causas aún estén por desarrollar. Las infraestructuras (familiares y sociales) para el tratamiento de estos enfermos son mínimas si las comparamos con las dedicadas a otras enfermedades.
Por todo ello, es bueno que se hagan campañas para concienciar a la sociedad de esta realidad que afecta a muchas personas que sufren Dios sabe cuánto. La comprensión personal, el amor familiar y la aceptación social de estas personas ayudará sin duda a rebajar un sufrimiento tan grande. Más, cuando todos estamos expuestos a padecer este tipo de mal.
Fermí Manteca
LA CIVILIZACIÓN DEL ODIO (01-12-2000)
Estamos en una época y en una cultura, la civilización occidental, que cada vez está más marcada por la competencia, "englobados" como estamos en la globalización económica del momento, un fenómeno que tiene toda una serie de características, como por ejemplo la pérdida de la base democrática de la sociedad que está siendo sustituida por el poder económico, donde las grandes multinacionales mandan más que los gobiernos de cada país y de donde son excluidos los países más pobres, cada vez más pobres y más explotados.
Hasta la educación está encaminada a que los niños, cuando lleguen a adultos, no se queden al margen de esta sociedad y no fracasen en medio de este ambiente. Así, a través de todos los medios, incluida la publicidad y los telefilms, estamos enseñando a nuestros hijos a ser competitivos, a no dejarse avasallar por nadie y a que sean ellos siempre los que ganen. Lo cierto es que este camino lleva a la civilización del odio. La competitividad, en todos los campos, en el económico, social o político, lleva, la mayoría de las veces, a no aceptar a los demás que los vemos como enemigos, a rechazar las opiniones ajenas y, en definitiva, a odiarlos.
Muchos piensan que el progreso se debe a esta competitividad. Sin embargo, no es la competitividad con los demás lo que hace progresar al mundo, sino la competencia con uno mismo, intentar que lo que hacemos hoy sea mejor que lo que hicimos ayer, buscar que la calidad de lo que realizamos vaya mejorando cada día.
Conviene esforzarse para que no sea la civilización del odio la que impere, sino por el contrario, que sea la civilización del amor a través de la solidaridad, de la participación con los demás, del asociacionismo, del voluntariado, de la aceptación de los otros, de la reflexión serena, del diálogo... en definitiva de todo aquello que nos ayuda a ser más personas. Además se tendrá que hacer un esfuerzo superior ya que desde los ámbitos competitivos citados intentaran manipular y hacer que fracasen los intentos de construir un mundo diferente.
Fermí Manteca
LA MUERTE, TABÚ PRESENTE (24-11-2000)
Siempre nos coge desprevenidos. Cuando la muerte nos toca de cerca, por la desaparición de un familiar o de un amigo, nos deja un regusto amargo y se nos presenta un montón de interrogantes inexplicables. Y si la desaparición de aquella persona se debe a un accidente y a una edad temprana, aún más se nos aparece como un desconcierto inalcanzable.
Nuestra cultura occidental está fundamentada más sobre la idea de la vitalidad, es decir, de la evolución de la vida en su aspecto de nacimiento, crecimiento y reproducción obviando el aspecto de la finitud, de la muerte. Otras culturas sí la tienen en cuenta, como las orientales. Nosotros, en cambio, convertimos la muerte en la negación de todo y por tanto se convierte en un tabú que hay que esconder, olvidar y pasar de prisa, porque nos estorba. De esta manera, cuando la vivimos en una persona cercana nos produce una fuerte contradicción que nos hace sufrir en un grado más elevado que la propia separación de aquel ser. Sentimiento que padecen todos, hasta los que disfrutamos de un sentido religioso, sea cual sea, y vemos que la persona es algo más que el cuerpo que muere y enterramos.
Si lo pensamos detenidamente, sobrevolando la idea descrita que hemos heredado culturalmente, veremos que la propia muerte forma parte inherente de la misma vida, de su estructura cíclica. Si alguna cosa sabemos con certeza, es que todo lo que tiene vida llega un día en que se muere. Es la evidencia más clara que poseemos. La naturaleza, de la cual formamos parte, es así. Nuestro cuerpo es débil y poca cosa lo puede matar. El realismo existencial nos pide que si aceptamos la vida que tenemos (la única posible), hemos de aceptar igualmente la propia muerte y la muerte de los que nos rodean.
Pero si la muerte nos coge siempre desprevenidos, todavía nos encuentra más con la guardia bajada si es producida por un suicidio. Entonces, se tambalean todos los cimientos de nuestra civilización que ha condenado y convertido en un doble tabú a este hecho. Pienso que ante esta realidad humana, que a veces vivimos cerca de nosotros, hemos de tener sentimientos de respeto, aunque no lo acabemos de comprender. Yo recuerdo que hace unos años, un amigo mío me envió desde Taiwán un recorte de una revista con un chiste gráfico donde se veía en el cielo a Dios Padre acariciando con ternura a un joven que llevaba una soga en el cuello; unas mujeres beatas criticaban la escena diciendo: - ¡Qué escándalo! ¿No decían que los suicidas iban al infierno?-. Dios Padre contestaba: - Vienen de un infierno!.
Fermí Manteca
IGLESIA CATÓLICA Y ECONOMÍA (17-11-2000)
Muchas veces a lo largo de la historia, la iglesia católica ha sido criticada por su manera de hacer las cosas o de comunicarlas, teniendo como tiene un substrato doctrinal muy sano y muy claro que proviene de hace unos dos mil años y nos llega a través de los evangelios. Una de las cosas que más se ha criticado es la gestión económica. Cuando la misión o finalidad de la iglesia es anunciar una manera de vivir con unos valores basados en la justicia, en la libertad, en el amor, en la paz, en la solidaridad y en tantos etcétera como queráis añadir, a veces las mismas comunidades de cristianos no han sido capaces de transmitir estos valores de una manera clara y sobretodo la economía ha sido un antitestimonio de lo que habría tenido que hacer.
Hay que precisar que, en este punto, la iglesia católica no funciona de manera monolítica, como si fuese una multinacional con un sistema económico piramidal de empresa. En esta cuestión de la economía cada diócesis funciona de manera autónoma. En el caso de la diócesis de Solsona (que comprende las casi 200 parroquias que le pertenecen) hace más de una treintena de años que se plantearon clarificar las cosas para caminar hacia una economía que estuviera al servicio de la propia finalidad de la iglesia. De tal manera que toda la organización económica necesaria para un buen funcionamiento no fuera un obstáculo para transmitir los valores del evangelio, sino que, a través de la economía, se consiguiera una iglesia más libre, más pobre, más responsable, más solidaria y más participada.
Entre otras, una de las primeras cosas que se plantearon era que los servicios religiosos no se podían ni comprar ni vender, de tal manera que actualmente la diócesis de Solsona es de las pocas en el mundo que no cobra nada por ninguno de los servicios que ofrece: misas, bautizos, bodas, etc. ya que las cosas de Dios no tienen precio, son gratuitas, y entre hermanos no se ha de cobrar ningún servicio. Otra de las características de este obispado del centro de Cataluña es que la solidaridad (comunión de bienes, la llaman) está presente entre todos los capellanes, parroquias y entidades que componen la diócesis, para evitar que haya unos más pobres que otros, cosa que sería contradictoria con todo lo que predican. Así, a través de unos fondos que hacen de vasos comunicantes, establecen unos canales de solidaridad entre ellos, atendiendo también otras a necesidades sociales y asistenciales.
Hay quien critica esta forma de actuar, ya que dicen que a este paso, la iglesia se empobrecerá. Sin embargo, lo cierto es que la diócesis sólo pide a sus feligreses que ayuden a su parroquia de una manera anónima (para garantizar la libertad del donante), de forma periódica (no en ocasión de un servicio recibido gratuito) y de manera responsable (según las posibilidades de cada cual). Con este sistema, el conjunto de toda la diócesis, sumando todas las parroquias, delegaciones de pastoral y oficinas del obispado se autofinancia en más de un setenta por ciento. El resto todavía viene del Estado a través de la asignación tributaria.
Fermí Manteca
PEDAGOGIA DE LOS ADOLESCENTES (10-11-2000)
La adolescencia siempre se ha caracterizado por ser aquella etapa de la vida de la persona en que se producen gran cantidad de cambios psicológicos y fisiológicos que convertirán al niño en un adulto. La misma palabra "adolescencia" viene de adolecer, en el sentido de padecer como una enfermedad; y es que los cambios metabólicos y hormonales producen inestabilidad emocional que derivan hacia la búsqueda de la propia personalidad a través de modelos de identificación personales y sociales, rompiendo con los modelos infantiles.
A estos rasgos, digamos universales, se unen las características propias de una sociedad determinada, de unas familias determinadas y de una época concreta que hace que los adolescentes de hoy, además de las características de los adolescentes de siempre, presenten otros problemas que habrá que afrontarlos por parte de las familias y los educadores. Los cambios tecnológicos, el mayor acceso a todo tipo de información, las familias monoparentales por la separación de los padres, el acceso al trabajo por parte de los dos progenitores, el bombardeo de la publicidad, etc. convergen en dotar a los niños de unos condicionantes que, al llegar a la adolescencia, la revisten de unas características nuevas que se han de tener en cuenta.
Encuestas recientes indican que los adolescentes y los jóvenes muestran carencias en su mundo afectivo debido a la cantidad de horas que han de estar solos, ya desde pequeños. Los técnicos indican que las principales carencias especificas que tienen suelen ser: problemas con los límites, problemas de constitución de una identidad sólida, falta de expectativas de futuro y falta de referentes y de modelos válidos para construir el género (faltan modelos de masculinidad y feminidad válidos para el mundo de hoy). De esta manera cada vez nos encontramos con más adolescentes que desde pequeños están sobreprotegidos (por los padres que así quieren compensar el hecho de dejarlos solos), que huyen del esfuerzo y de los problemas y buscan una vida sin compromiso, más fácil y quizás más vacía.
La pedagogía no puede olvidar estos aspectos. No es puede construir un sistema educativo y pedagógico sólo en los laboratorios, sin tener en cuenta la realidad más cruda. Esto provoca no pocos problemas en los educadores de nuestros colegios, que padecen estrés y depresiones como nunca. Sería interesante que los pedagogos y los que se dedican a la enseñanza, como especialistas planificadores de la formación de los futuros miembros de nuestras sociedades, fuesen capaces de salir de los esquemas anacrónicos fijados por las universidades y se formasen también en otros ámbitos más vivos de la realidad social actual.
Fermí Manteca
EL PRECIO DEL DINERO (03-11-2000)
El dinero, como cualquier bien material, se puede comprar y vender. Muchas veces oímos hablar del precio del dinero, casi siempre referido al tanto por ciento de interés que hay que pagar por una hipoteca, por un préstamo o la relación que tiene el euro con el dólar americano. Esta fluctuación del precio del dinero es un quebradero de cabeza para muchos, sobretodo para aquellos que lo tienen.
Pero yo quisiera referirme al precio del dinero desde otro punto de vista. Todos necesitamos del dinero para vivir y algunos incluso para sobrevivir. El precio que hay que pagar para tener dinero, para ganarlo, es muchas veces desproporcionado con el valor y los beneficios que reporta. Muchas personas "compran" el dinero a un precio elevadísimo y son capaces de perder la salud, la paz, la tranquilidad, el bienestar y la buena convivencia para ganarlo. En su escala de valores ponen arriba de todo el dinero, por encima incluso de la misma vida y de los valores éticos más nobles.
Así se entiende que la cadena de televisión Antena Tres, con el fin de ganar audiencia y, por tanto, más dinero, haya ofrecido a la asociación de Cáritas de Zaragoza una parte de las ganancias que obtenga con el programa "El Bus". También se entiende que Cáritas lo haya rechazado, aduciendo que no todo el dinero tiene el mismo valor, y que una manipulación de Cáritas y de sus objetivos de ayudar a los más pobres, comprando con dinero una publicidad para un programa que entiende inadecuado, no es admisible. Cáritas afirma que con los pobres no se juega, que si alguien quiere ayudarlos que lo haga honestamente y sin publicidad.
Pienso que hemos de aprender a valorar el dinero y a no pagar por él un precio excesivo e inadecuado. La finalidad no justifica los medios ni el dinero justifica la falta de ética.
Fermí Manteca
EVOLUCIÓN DE LAS DEMOCRACIAS (27-10-2000)
A lo largo de la historia de nuestra civilización occidental se han ido sucediendo diferentes sistemas de organización social que en cada época han procurado administrar, coordinar y regir la vida de los ciudadanos. Esta actividad política ha evolucionado hasta nuestros días pasando por etapas diversas para llegar al actual sistema político, la democracia. Esto ha supuesto una conquista importante en el reconocimiento de los derechos humanos y en dotar a la sociedad de mecanismos de gobierno basados en la libertad y en el sufragio universal sin exclusiones de ningún tipo.
No se ha de ser adivino para imaginar que la sociedad seguirá evolucionando y, con ella, también los sistemas políticos de organización social. Será bueno que también la democracia evolucione hacia sistemas que en el futuro ayuden a conseguir una sociedad más justa, más pacífica y más respetadora de los derechos, de las libertades y de la dignidad de todos. Es mucho lo que se ha conseguido con las democracias actuales, pero ya dicen que es el sistema menos malo de los conocidos hasta ahora, refiriéndose a las deficiencias y contradicciones que todavía existen en nuestro entorno.
La evolución, pues, de las democracias, ahora que las fronteras son cada vez más simbólicas, en que aparecen formas de convivencia multiculturales, en que también grupos totalitarios hacen su resurgimiento, en que las mayorías ejercen una dictadura sobre las minorías y un largo etcétera, requiere lo que los filósofos y pensadores de la ciencia política llaman salto cualitativo.
Hoy en día, muchos de estos pensadores hablan de democracia en libertad. Consiste en reconocer el derecho, no sólo de pensar, de expresarse y de agruparse libremente, sino también de propiciar que toda persona pueda vivir de acuerdo con su conciencia. En las democracias actuales, de hecho, el partido o grupo mayoritario que gana unas elecciones organiza la vida social y política de todos de acuerdo con su ideología, mientras las demás personas y grupos, con diferente manera de pensar, se ven obligados a no poder vivir y organizarse en coherencia con la ideología propia hasta que no tengan mayoría de votos. No pueden, por tanto, ejercer el derecho a vivir de acuerdo con su conciencia y se dedican, desde la oposición, a hacer que las cosas vayan mal para poder desgastar al gobierno de turno. El día que se dé este salto cualitativo y todos puedan vivir en consonancia con su manera de pensar, se habrá llegado a la democracia en libertad.
Es de desear que los políticos, a quien corresponde esta tarea, escuchen las reflexiones de los pensadores, filósofos y sociólogos para que las democracias vayan evolucionando hacia un sistema de más libertad, de más paz y, en definitiva, de más felicidad para todos.
Fermí Manteca
Las relaciones humanas más intensas y gratificantes son aquellas que están basadas en el amor y en la libertad, es decir las que se establecen libremente con un grado de estimación suficiente para unir a las personas. La pareja humana es paradigma de esta relación, ya que no se entiende una relación de pareja sin estos ingredientes: el amor y la libertad.
La familia, basada precisamente en la pareja, tiene su fundamento en este tipo de relación libre y amorosa, no por la sangre ni por la fuerza. De hecho, jurídicamente es un impedimento para el matrimonio la consanguinidad, es decir, el tener la misma sangre, o que no sea fruto de una decisión libre de los contrayentes. El amor y la libertad van unidos porque la relación amorosa ha de ser libre; si no lo es, deja de ser amor. Cuando una pareja toma la decisión de casarse, de formar una familia, lo hace después de un periodo de conocimiento mutuo y de conquista libre para que su libertad y su amor sean los pilares de la familia que formarán.
Después, cuando vienen los hijos y empiezan a formar parte de la familia, nos encontramos ante una paradoja. Éstos son miembros de esa familia sólo porque tienen la misma sangre y, en el mejor de los casos, por una decisión libre y amorosa unilateral de los padres. Los hijos no pueden escoger libremente formar parte y no están capacitados todavía para amar. La tarea, nunca fácil, de los padres de procurar la buena educación de los hijos, ha de buscar su integración libre y amorosa dentro de la familia, para que cuando lleguen a tener capacidad puedan decir un sí parecido al que dieron ellos cuando se casaron. Así, todo acto educativo se convierte en dotar a los pequeños y a los adolescentes de aquellos elementos que los ayuden a amar y a tomar libre y responsablemente sus decisiones.
Cuando el joven se plantee, desde su propia responsabilidad, la pertenencia a su familia y sea él quien libremente tome la opción de ser un miembro más, habrá dado el paso de pertenecer plenamente a ella, no por la imposición ni por la sangre, sino por la libertad y por el amor.
Fermí Manteca